Qué es
El mindfulness, que puede traducirse como atención o conciencia plena, es la capacidad de centrarse en el “aquí y ahora” y de prestar atención a lo que está sucediendo sin hacer valoraciones, sin intentar tener el control y sin pretender cambiarlo. Lo que se busca es observar y aceptar lo que ocurre, y ser completamente consciente de cómo se está viviendo esa experiencia. Esta novedosa forma de ver la realidad hace que con la práctica esta técnica acabe convirtiéndose en un estilo y una filosofía de vida.
De dónde viene
Tiene sus orígenes más profundos en las técnicas de meditación budistas, como el vipassana, que significa “ver las cosas tal como son”. A pesar del interés occidental que siempre ha habido por las tradiciones orientales, no fue hasta finales de la década de los 70 del siglo pasado que el profesor Jon Kabat-Zinn popularizó los beneficios de estas técnicas sobre la salud y el estilo de vida actual. Para ello fundó la Clínica de Reducción del Estrés y estableció su programa de Reducción del Estrés basado en el Mindfulness, iniciando así el boom de popularidad que ahora mismo tiene este fenómeno.
Beneficios
El mindfulness es un ejercicio completo que combina aspectos mentales con prácticas de relajación y aprendizaje de sensaciones corporales. Su objetivo es que a partir de la implicación intensa con la experiencia que se está viviendo se consiga una autorregulación natural del organismo y un equilibrio interno adecuado. Por eso estas técnicas se utilizan con éxito para superar estados de estrés y ansiedad, evitar recaídas en la depresión o hacer fluir la comunicación emocional.
Ejercicio
Uno de los ejercicios más utilizados para poner en marcha el mindfulness y habituarse a utilizar la atención plena consiste en explorar algo habitual como si nunca lo hubieras visto antes, por ejemplo, una uva.
1. Mantenla en la palma de la mano o entre los dedos y observa con detalle sus diferentes colores y tonalidades. Observa los reflejos donde la luz brilla, los pliegues que pueda tener. Intentar captar todo lo que puedas ver.
2. Luego cierra los ojos, utiliza el tacto para notar su textura mientras la vas girando entre tus dedos. Si mientras haces esto aparece algún pensamiento en tu mente, date cuenta de ello, déjalo pasar y vuelve a centrarte en la uva. Tan solo tienes que sentir.
3. Todavía con los ojos cerrados, póntela en la boca, y experimenta la sensación de tenerla ahí. Después de explorar sin prisas con la lengua, muérdela, prueba su sabor y nota cómo va cambiando la textura según vas masticando.
4. Sólo queda tragar e intentar seguir la sensación hasta que llega al estómago
Antonio Mateo
Inpside | Psicólogo en Barcelona