El estrés es la respuesta natural que tiene nuestro organismo ante una situación que percibimos como una amenaza o un reto. Suelen ser situaciones relacionadas con cambios importantes en la vida y que implican un desajuste de nuestro bienestar. Por lo tanto, se nos va a exigir un gran esfuerzo para adaptarnos y volver a ese equilibrio del que disfrutábamos.
Estrés: eustrés vs. distrés.
Como decíamos, el estrés es lo que nos permite afrontar todas las demandas y desafíos que vamos encontrando en nuestro camino. Este tipo de situaciones no tienen por qué ser obligatoriamente negativas. En realidad, que una situación sea positiva o negativa depende de nosotros mismos y de cómo la evaluemos, cómo la afrontaremos, cómo se ha reaccionado a situaciones similares en el pasado, de qué recursos disponemos (tanto propios como de nuestro entorno), de cómo reaccionamos ante lo inesperado o de cómo toleramos la frustración y la incertidumbre. Así que, evidentemente, una misma situación no significa lo mismo para todos.
Un proceso de estrés adaptativo es lo que se conoce como eustrés. Se produce una activación adecuada de nuestro organismo, se aporta el sobreesfuerzo necesario durante el tiempo requerido, que nos permite afrontar la situación como un reto que nos motiva, darle solución y además nos puede servir para crecer y evolucionar.
En caso contrario, se le da el nombre de distrés. La situación nos supera, es una amenaza que no podemos afrontar porque nuestros recursos se quedan cortos. Automáticamente, ese sobreesfuerzo que se nos requiere se convierte en desadaptativo, esa respuesta de estrés se mantiene de forma excesiva, y comenzarán a aparecer consecuencias físicas negativas: agotamiento, falta de energía, pérdida de apetito, dificultad para descansar, irritabilidad, indecisión, confusión, taquicardias, sudoraciones, nerviosismo, ansiedad, tristeza, inestabilidad emocional, hiperalerta… Una malestar persistente que dificultará llevar una vida satisfactoria, así como también afectará a nuestra relación con los demás.
Estrés y sistema inmunitario.
Es innegable la relación existente entre el estrés y la salud, ya sea de forma directa, propiciando la aparición de ciertas enfermedades o acelerando una evolución negativa, o de forma indirecta, impidiendo adoptar hábitos saludables o promocionando conductas nocivas como fumar, beber, adicciones, vida sedentaria o llevar una dieta desestructurada.
Nuestro sistema inmunitario no será ajeno a todo el sobreesfuerzo que conlleva una respuesta de estrés prolongada en el tiempo. Poco a poco iremos perdiendo energía. El agotamiento le afectará como afecta a todo nuestro organismo y, por si fuera poco, una respuesta de estrés conlleva que el sistema endocrino dificulte la producción de defensas. Patologías como la artritis, alergias, resfriados, gripes, herpes, problemas de piel y ciertos tumores se verán beneficiados por ello. No se puede afirmar que el estrés te haga enfermar, sino que simplemente propicia un estado de debilitamiento generalizado y de bajas defensas, facilitando que cualquier patógeno nos invada y prolifere sin encontrar la oposición que supondría un organismo en plenas condiciones.
Toni Mateo
inpside | Psicólogo en Barcelona – Horta
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