Como hemos comentado anteriormente, encontrarse con un problema puede convertirse en algo muy desagradable. Si uno no sabe cómo gestionar este tipo de situaciones, lo que en principio es un reto, fácilmente puede convertirse en una amenaza. Los niveles de estrés y ansiedad se disparan, la mente se nubla, y aparece el malestar físico y el caos emocional. Todo ello hace más difícil salir de ese lío, y corres el peligro de quedarte bloqueado, o incluso de entrar en un bucle y que aquello vaya haciéndose cada vez más y más grande. Por lo tanto, es fundamente saber cómo afrontarlo y qué pasos seguir para solucionar un problema.
Definir un problema
Jugando a detectives
Identificar que tienes un problema es relativamente sencillo. El hecho de que te plantees que las cosas podrían ser de otra manera ya te indica que estás en una situación en la que no quieres estar, y que por lo tanto es necesario encontrar una solución.
El primer paso, y el más importante a la hora de encontrar esa solución, es definir el problema. Decía John Dewey que «un problema bien definido está medio resuelto». No podría estar más de acuerdo. Una buena definición del problema supone un buen entendimiento de lo que está ocurriendo y determinará hacia donde hay que orientar tus esfuerzos.
Para ello es necesario tener información. Conocer todos los detalles de un problema es clave para iniciar un proceso de solución de problemas adecuado. Y la mejor forma de conocer algo es preguntando. Preguntas que empiecen por quién, cuándo, cómo y dónde son un buen inicio, las cuales deberán responderse con datos objetivos en un ejercicio de investigación exhaustivo.
Una vez tienes los datos, hay que ordenarlos de la forma más clara posible. En una situación estresante suele ocurrir que el lenguaje que se utiliza tiene una gran carga emocional y fácilmente puede generar confusión. Así que es necesario un lenguaje descriptivo, simple y directo. Se evitarán las implicaciones emocionales, las exageraciones y todos aquellos recursos lingüísticos que pueden provocar interpretaciones equivocadas. Especialmente importante es estar atento a la aparición de suposiciones, sesgos cognitivos y falacias que pueden distorsionar la información recogida y llevarte a conclusiones erróneas.
Con el esquema de la situación delante, es el momento de establecer una meta realista. Si tienes claro qué es lo que rechazas, es más sencillo determinar dónde quieres llegar. Ayuda también a marcar tu objetivo clasificar qué tipo de problema estás tratando según el grado de influencia que tengas sobre ello. Están los problemas sobre los que puedes actuar directamente ya que implican conductas propias, y el objetivo se centra en modular o cambiar esas conductas no adecuadas por otras más eficaces. Luego están aquellos problemas en los que otras personas están involucradas y la solución pasa por cambiar tu forma de relacionarte con los demás. Y finalmente, están aquellos problemas sobre los cuales no puedes hacer nada porque se escapan de tu influencia, y requieren trabajar sobre tu capacidad de aceptación, tu actitud y tu forma de ver lo que sucede a tu alrededor.
Finalmente, para trazar la solución que te llevará desde donde estás a donde quieres estar, hay que identificar los obstáculos que se interponen en tu camino. Estos obstáculos son los que realmente convierten una situación en un problema. Por obstáculos se entiende todo aquello que bloquea el acceso al objetivo, los conflictos con los demás, la ausencia de recursos y habilidades que permiten lograr la meta, la novedad y complejidad de la situación problemática y, por supuesto, las dificultades de la gestión emocional.
Toni Mateo
inpside | Psicólogo en Barcelona – Horta