La masturbación ha sido durante siglos un tema que ha generado polémica. Sobre él se han construido creencias, que en lugar de fomentar nuestra formación integral como personas han propiciado la creación de una sucesión de prejuicios que han acabado integrándose en nuestra sociedad. Prejuicios, que pese a los últimos años marcados por la ruptura de la opresión sexual, continúan limitando nuestra libertad para con ésta.
El siguiente escrito pretende establecer un debate sobre la masturbación femenina, su percepción en la sociedad, así como establecer los límites que la enmarcan dentro de la dimensión de lo que se considera ético y lo que, por el contrario, no lo es.
No podemos empezar a hablar de una necesidad humana sin mencionar antes la pirámide de las necesidades de Maslow. Según esta teoría, el sexo es una necesidad fisiológica del primer estadio propia del ser humano que requiere ser satisfecha. Esta necesidad se resuelve mediante la masturbación o la interacción sexual con otros. Sin embargo, la forma en que se resuelva esta necesidad pertenece al ámbito privado de cada uno. El conflicto aparece cuando no solamente hablamos de la masturbación sin tapujos, sino que decidimos mostrarlo en público. Un claro ejemplo de ello es la anécdota que cuenta cómo Diógenes de Sínope, filósofo griego perteneciente a la escuela cínica, se levantó la toga y se masturbó públicamente en el Ágora. Ante los juicios de quienes le rodeaban, él se limitó a declarar:
¿Por qué se puede hablar en el Ágora, pero uno no puede hacer allí sus necesidades, si tanto unas como otras son igual de naturales? ¿Por qué está bien que algunos comportamientos se hagan en público y otros no? […]
La masturbación es un símbolo inequívoco de autarquía, ya que cumple la satisfacción de una necesidad sin tener que recurrir a ningún «agente» externo […].
Si frotándose el vientre se calmara el hambre como se calma el deseo sexual, se solucionarían muchos de los peores males que afectan al ser humano […].
Con estas palabras, Diógenes pone de manifiesto el capricho con que están impuestas nuestras costumbres y reflexiona sobre por qué una determinada sociedad considera unas conductas normales y en cambio otras no. Al fin y al cabo, Diógenes está defendiendo la pureza de estos actos frente a los tabúes y eufemismos que rodean a la comunidad.
Podríamos pensar que el caso de Diógenes, sus creencias y aquello que defendió en su momento pertenece al pasado, sin embargo, en la sociedad actual, los tabúes en torno a este asunto siguen vigentes y a la orden del día. Uno de los motivos por los que sigue viéndose de esta manera se debe a la gran repercusión que generó el papel de la Iglesia. El cristianismo tuvo mucho que ver en la percepción de la sexualidad como algo impuro. La Biblia no menciona el acto de la masturbación como un pecado, pero sí castiga la lujuria y los pensamientos impuros. Además, el sexo es visto como un acto reservado a un fin reproductivo.
Hasta aquí, por un lado nos encontramos con una idea que ha marcado a la sociedad durante mucho tiempo, de tal forma que todo lo relacionado con la sexualidad se ha considerado como algo que había que reprimir dada su condición prohibitiva. Paralelamente, a lo largo de la historia, han surgido investigadores gracias a los cuales hemos podido ir desvelando alguno de los misterios originados alrededor del sexo. Un ejemplo de ello es Alfred Kinsey, pionero de la investigación sexual humana con el que gracias a sus estudios se pudieron revelar muchos de los mitos y tabúes que rodeaban a la sexualidad. Kinsey y sus colaboradores elaboraron un cuestionario para investigar el comportamiento sexual y las experiencias sexuales. Junto a su equipo entrevistaron a más de 18.000 personas para posteriormente plasmar sus resultados en su obra Sexual Behavior in the Human Male. Un resultado destacable de su estudio que atañe a este tema es el siguiente: más del 60% de las mujeres habían admitido haber realizado prácticas masturbadoras. Cabe tener en cuenta que estamos hablando de una obra publicada en 1948, por lo que dada la concepción de la sexualidad en aquella época, podemos deducir que muchas de las mujeres entrevistadas no dijeron la verdad.
En la actualidad, por desgracia, el sexo y más aún la masturbación, tanto entre la población masculina como femenina, siguen siendo considerados tabú. Sin embargo, en el caso de los hombres, aunque en ciertas ocasiones o contextos se trata con cierta delicadeza, está más aceptada y su existencia se trata como algo habitual. Entonces, ¿por qué el hecho de que una mujer se masturbe está visto y entendido como algo prohibido y rechazado por la sociedad e incluso por las propias mujeres? El papel de la mujer en la sociedad, vista como una figura sexual que sólo puede obtener placer con el hombre es uno de los motivos por el cual la masturbación femenina es considerada un tabú mayor frente a la masturbación masculina.
Artículo escrito por Mara García